( )


a veces creo que soy otro,
o ninguno, nadie o multitud sin propio nombre,
inmóvil, escogido para ser náufrago entre todos,
para hundirme en ti como la sombra inevitable del otoño...


pd…este amor llama a tu nombre con palabras que no he aprendido a escribir...

Cúrcuma


[...] Tengo que reconocer que al principio me lo tomé un poco a cachondeo. Y creo que los demás también, porque no dejaban de salir cosas absurdas. Carlos, el monitor, tomaba notas todo el rato sin siquiera sonreír, sino por cortesía, cuando la broma despertaba las carcajadas de todos. Era en esos momentos que nos dábamos cuenta de que no estaba cómodo, que no le apetecía trabajar con nosotros. En la pausa que hacíamos todos los días a menos cuarto, para echarnos un pitillo, siempre se quedaba dentro, anotando en su libreta y mordisqueando unas galletas integrales que se traía de casa en una bolsita de tela.

Con el tiempo las bromas dejaron de hacer gracia y acabaron por desaparecer. Dedicábamos a este ejercicio los primeros 40 minutos de sesión 4 veces por semana durante casi dos meses. Eso hace un total de casi 20 horas de trabajo, 16 de ellas en el más absoluto aburrimiento.

El ejercicio consistía en escoger el nombre de un objeto y hacer una pequeña presentación personal ante el grupo bajo ese nombre. Como nosotros fuésemos el objeto. Bueno, cuando digo objeto, quiero decir que había un poco de todo, cosas materiales y otras más abstractas. Digamos, una palabra. Lo que contábamos podía ser vivido por nosotros o no, pero tenía que ser verdad y en relación directa con la palabra. A partir de ahí, los demás podían hacer preguntas a las que teníamos que contestar siempre con una verdad. En total, unos 5 minutos por persona. Teníamos de tiempo hasta la siguiente sesión para buscar un nuevo nombre y nuevas historias.

En total, pasamos por tres fases, diría yo. La primera consistió en averiguar quién decía el nombre más estúpido. En la segunda, los nombres eran extraños, muy rebuscados, y no sabíamos casi nunca qué significaban. Y al final, todo el mundo tomaba cosas de lo que nos rodeaba e incluso nombres que ya habían sido dichos antes. Recuerdo, por ejemplo, Falacia, Lúpulo, Pladur (también podían ser nombres comerciales), Cúrcuma, Europio, Antimonio (durante una semana hubo toda una serie dedicada a los elementos químicos), Oprobio, Pleonasmo, Putrescina...cosas de lo más variopinto. Aunque si quieres que te diga la verdad, ahora ya no me hacen ninguna gracia.


Trascripción de la grabación del 14 de mayo. Declaración de Javier Refojo González. Fragmentos.